El nuevo AI Action Plan de la administración Trump, presentado la semana pasada, promete endurecer la postura de Estados Unidos frente a China en materia de chips de inteligencia artificial, consolidando el liderazgo del país en un sector crítico. Sin embargo, a pesar de sus declaraciones contundentes, el plan ha sido recibido con escepticismo debido a la notable falta de detalles concretos y a las recientes contradicciones en la política tecnológica de la administración. Analistas y expertos del sector se preguntan si este es un movimiento estratégico bien pensado o, simplemente, una declaración de intenciones sin un camino claro.
¿Una Alianza Global o una Estrategia Solitaria?
El plan, publicado el miércoles, se basa en la premisa de que Estados Unidos, siendo líder en la construcción de centros de datos, rendimiento de hardware y desarrollo de modelos de IA, debe aprovechar esta ventaja para crear una alianza global. El objetivo es claro: evitar que países adversarios se beneficien de la innovación estadounidense. No obstante, las acciones propuestas para lograr este ambicioso objetivo son llamativamente escasas y vagas.
Medidas sin hoja de ruta clara
El documento solo incluye dos recomendaciones políticas. La primera insta a agencias federales a colaborar con la industria para implementar la «verificación de ubicación de chips», mientras que la segunda sugiere la creación de un esfuerzo interinstitucional para «hacer cumplir futuras restricciones de exportación». Ninguna de estas propuestas detalla cómo se implementarán ni en qué plazos, dejando al sector en un limbo de incertidumbre. La falta de un plan operativo detallado es uno de los puntos más criticados, lo que genera dudas sobre la viabilidad y seriedad de la iniciativa.
El reto de la cooperación internacional
Un pilar fundamental del plan es la intención de alinear a los aliados de EE. UU. con sus controles de exportación para que no llenen el vacío comercial que se crearía. Para ello, el gobierno menciona la aplicación de herramientas como la Foreign Direct Product Rule o aranceles secundarios. Sin embargo, el plan no explica cómo se negociará esta cooperación con socios clave como Alemania, Corea del Sur o Países Bajos, países que tienen fuertes lazos comerciales con China. La ausencia de un mecanismo claro para incentivar esta colaboración global pone en entredicho la efectividad de las futuras restricciones.

Contradicciones y el Dilema de la Credibilidad
Lo que más debilita el impacto del AI Action Plan son las recientes y abruptas contradicciones en la política tecnológica de la administración. En julio, el gobierno autorizó a empresas como Nvidia y AMD a vender chips de IA diseñados específicamente para el mercado chino, solo unos meses después de haber impuesto restricciones.
Revocación de normas clave
Además, en mayo se anuló una norma impulsada por la administración Biden que limitaba la capacidad computacional de IA que ciertos países podían adquirir. Esta revocación se produjo apenas unos días antes de que la norma entrara en vigor, creando una señal de incoherencia y desorden en la política exterior tecnológica. Estos cambios erráticos han generado desconfianza en el sector y sugieren que la estrategia a largo plazo no está firmemente definida.
¿Qué viene después?
El gobierno ha anticipado que se firmarán varias órdenes ejecutivas en los próximos días. La esperanza es que estas órdenes contengan los detalles y la claridad que el plan actual no ofrece. Por ahora, la impresión es que el AI Action Plan es más una declaración de intenciones que una guía operativa. El plan se presenta no como una actualización de marcos existentes, sino como el inicio de nuevos fundamentos regulatorios, lo que implica que las restricciones reales podrían tardar meses o incluso años en concretarse, dependiendo de la colaboración interna y de la resistencia de la industria. El sector tecnológico, especialmente empresas como Nvidia, ha advertido que las restricciones excesivas podrían cerrar mercados y ralentizar la innovación, lo que podría derivar en proteccionismo y debilitar la competitividad estadounidense a largo plazo si no se maneja con una estrategia coherente y efectiva.